¿Habrá llegado este tebeo a las manos de algún infante de padres despistados, de esos que lo mismo se piensan que todos los tebeos son siempre para niños? Desde luego que por dibujo y colorido, que no por título, y menos por temática, bien podría confundir a quien lo mirase muy por encima... En todo caso, qué suerte la de esos hipotéticos niños... Ya nos hubiera gustado a muchos de pequeño...
Qué gozada de ambientación, cuánta sensualidad y cuánta depravación entre sus páginas. La trama policiaca y escabrosa está bien, pero es lo de menos, la chicha está en lo otro, en las damas de compañía, en las modalidades de perversión, en el gusto por la carne y el desenfreno, en el retrato de las tripas de la sociedad parisina de principios de siglo XX.
El tebeo levanta acta de una realidad incontestable: que hay más verdad entre las paredes de cualquier burdel que en todas las aulas de todos los centros educativos. Lo decía Ciorán, o tal vez nunca lo dijo pero lo pensaba: lo que sé de la vida me lo han enseñado las prostitutas. Y las de La virgen del burdel son maestras de primera categoría, como para enamorarse de ellas.
¿Es posible leer el tebeo y no sertirse fascinado por la fuerza y el nervio de La señorita no se toca? Para mí no...
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