sábado, 17 de diciembre de 2011

Pequeños eclipses, de Fane y Jim



 "Pasados de los 30 años , todo el mundo se protege: después de algunas penas de amores, las mujeres huyen del peligro y salen con idiotas mayores y tranquilizadores; los hombres ya no quieren amar, se tiran a lolitas o a putas; todos se cubren con un caparazón; no quieren volver a ser ridículos ni desgraciados. Echas de menos la edad en la que el amor no te hacía daño. A los 16 años salías con chicas y las abandonabas, o ellas te dejaban a ti sin mayor problema, en dos minutos estaba arreglado. ¿Por qué todo se vuelve tan importante más adelante? Por lógica, debería ser a la inversa: dramas en la adolescencia y ligereza en la treintena. Pero no es el caso. Cuanto mayores nos hacemos, más delicados nos volvemos."

F. Beigbeder -13,99 euros-


No sé si va en contra de alguna regla  no escrita en el vicio del tebeo, o de cualquier otra cosa; ya sé y me hago cargo de las limitaciones que sufrieron aquellos y de la imposibilidad de estos para ser lo que son sin sus honorables antecesores, pero sigo pensando que en el mundo del cómic es ahora, y no antes, cuando se están forjando los verdaderos clásicos. Lo veo en tebeos como éste, ¿cuántos clásicos llegan a la madurez de Pequeños eclipses? Yo diría que muy pocos. Por ejemplo, no me cabe duda de que el estilo gráfico de Chaland le da cien mil vueltas al dibujo de Pequeños eclipses, pero si lees, por decir alguno de sus álbumes, y no necesariamente el peor, Vacaciones en Budapest, te das cuenta de que antes algo faltaba que ahora sí está. Al menos para quienes como yo siempre valoraremos más el guión, la historia, los personajes, la hondura y la verosimilitud de las tramas que la brillantez gráfica en sí.

Pequeños eclipses... ¿El declive del imperio americano, de Denys Arcand, en tebeo? No sé, es una película que me gusta demasiado, aunque al tebeo le falta poco para rayar a esa altura. O si no queremos salirnos de tierras francesas, a la altura de un Rohmer o del Jean Eustache de La mama y la puta... Intensidad emocional, relaciones desprejuiciadas, conversaciones que bailan entre la frivolidad y la profundidad; entre la pedantería y la frescura, entre... ¡Joder, quién fuera francés!

El dibujo... qué curioso el dibujo, no me gustaba nada al principio. Un estilo muy típico de cierto tipo de  cómic galo, algo artificial, algo rígido.  Y sin embargo, según te acostumbras a él, cada vez parece más sólido, más expresivo, más oportuno.  Aunque claro, sigue sin tener la elegancia de Chaland...

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