domingo, 25 de diciembre de 2011

Blankets, de Craig Thompson



Si se piensa,  en el fondo lo que cuenta Thompson en Blankets es  muy poco o nada: marginado y acomplejado, cohibido por el fanatismo religioso de su entorno, Craig conoce a Raina y durante dos semanas conviven en casa de los padres de ella... ¡Y ni siquiera hay sexo! O no del todo. Pero... 

Pero es como con todas las vivencias muy personales: a quienes les resulten demasiado lejanas igual el tebeo no les dice nada -tanto escándalo apenas porque una vez se echó una novieta-; a quienes hayan sufrido en carne propia esos mismos sentimientos de soledad,  desamparo o incluso culpa... igual hasta les llega muy adentro. En mi caso,  Blankets me gusta especialmente por su dibujo marcadamente expresionista, esa modulación constante de la realidad en función de  las emociones del personaje, pero si soy sincero me sobra algo de cursilería y sentimentalismo. Hasta hay un momento en que Raina acusa de ello a Craig... De todas formas, para quien quiera ver más allá de la historia de amor,  no deja de ser patética la estampa que plantea Thompson de ese mundo enclaustrado y afixiante de la norteamerica más profunda, casi enfermizo en su obsesiva servidumbre religiosa.  

Y no digo nada del frío que se pasa durante su lectura...

viernes, 23 de diciembre de 2011

Jack Staff, todo solía ser en blanco y negro, de Paul Grist


No soy un fan de los superhéroes; no sigo ninguna serie regular; apenas leo aquello que por fama y prestigio ya no me es posible seguir dándole largas por más tiempo. Para que os hagáis una idea, lo último que leí fue parte del Thor de Simonson, y no me pareció nada del otro jueves. Quiero decir que no estoy al día en el tema como para hacer una afirmación así, pero de todas formas, ahí va: ¡menuda lección le da Paul Grist a los yankis de cómo se hacen superhéroes!

Vale, no hay épica de todo a cien, ni el dibujo hace obstentación de esa fastuosidad de postal tan típica de los cómic-book americano. Pero rebosa inteligencia y personalidad por los cuatro costados. Especialmente me impresiona  la habilidad de Grist para la puesta en página,  esos juegos constantes con las viñetas, con la secuencialidad, con el texto... pero sobre todo su técnica en la construcción del relato. Grist se mueve con soltura entre varias lineas argumentales, las mezcla, las confunde, se deplaza en el tiempo, ahora en el presente, ahora en el pasado, ahora no se sabe pero seguro que no tardaremos mucho en averiguarlo... y al final, tira de todos los hilos... ¡y el mosáico está completo! Perfecto en su majestuosidad..

Pero lo mejor de todo es que los superhéroes de Grist no necesitan la excusa de la decontrucción posmoderna, ni la de la parodia divertida, o la del indigesto ensayo narrativo. Los superhéroes de Grist son simplemente aventura, acción, diversión... Eso sí, maravillosamente construidos.

jueves, 22 de diciembre de 2011

El destino del artista, de Eddie Campbell

Dios le muestra a Campbell el secreto de la existencia


Toma muestrario de composición de páginas; clásicas, innovadoras, rupturistas, con texto, sin texto, con dibujo, sin dibujo... Algo parece quedar claro de este tour de force con respecto a la entrada anterior: si vas a dar prioridad a las palabras sobre las imágenes, no las mezcles, mantenlas separadas todo cuanto puedas. La página, y el lector, te lo agradecerán.

El destino del artista... ¿el Ocho y medio de Fellini en versión Eddie Campbell?  No creo que resulte tan gratuíta la comparación: exhibición impúdica de las miserias del artista, sus incapacidades, sus incoherencias, sus enfermedades y amigos imaginarios, sus caóticos intentos de ordenar la realidad, sus patéticas relaciones familiares... Sin embargo, parecen decirnos ambos, tanto Fellini como Campbell,  hey, eso es precisamente lo que nos hace adorables, porque hasta cuando mostramos nuestros delirios y estupideces estamos haciendo arte... 

Admito que suena horrible, pero viendo Ocho y medio y leyendo y ojeando El destino del artista, no queda más remedio que aceptar que, cada uno a su manera, algo de eso logran. Y además ambos con un sentido del humor rebosante...

A mí me convencen.

Bajo el peso de la palabra

He aquí un par de muestras de aquello a lo que me refería al hilo de El Eternauta: Hernández Palacios y Edgar P. Jacob agobiando con su verborrea exagerada:

Eloy, uno entre muchos

Visto así tal vez no parezca para tanto lo de Hernández Palacios, pero hacedme caso, todo un álbum de esta manera, venga contarte lo que pasa y  el dibujo apenas como mera ilustración... eso no hay lector de tebeos que lo aguante... Porque además es obligatorio, no se puede prescindir de sus textos, el dibujo de por sí  no dice nada, o dice muy poquito.

El misterio de la marca amarilla

Este sin embargo es lo contrario, es tan exagerado que hasta puede llegar a ocultar al excelente narrador. Porque en el caso de Jacob, los dibujos sí que tienen autonomía propia, casi son capaces de contar por sí solos la historia. Lo cual hace aún más inexcusable la horrible locuacidad del belga.

El árbol rojo, un poema gráfico de Shaun Tan

A veces el día empieza vacio de esperanza
 y las cosas van de mal en peor
 la oscuridad te supera
nadie entiende nada
el mundo es una máquina sorda
sin sentido ni lógica
a veces esperas y esperas y esperas y esperas y esperas y esperas y esperas pero nada ocurre
y entonces todos tus problemas llegan de golpe
ves pasar de largo cosas maravillosas
los más espantosos destinos resultan inevitables
a veces no tienes ni idea de qué debes hacer
ni de quién se supone que eres
ni de dónde estás
y parece que el día va a terminar igual que empezó
pero de pronto ahí está,  delante de ti, rebosante de color y vida, esperándote
tal como lo imaginaste.

El árbol rojo, poema gráfico de Shaun Tan



Tan, Shaun - El árbol rojo

miércoles, 21 de diciembre de 2011

El Eternauta, de Solano López y Oesterheld

Palabras, palabras...

Ah, los clásicos, qué difícil es encarar y juzgar a los clásicos. ¿Se puede ser justo con El Eternauta sin ponerlo en su contexto, sin mirar 50 años atrás, sin comprender lo que debió de suponer en ese momento...? Y entonces... ¿qué nos queda a los que lo conocimos demasiado tarde? ¿Olvidarnos de él y no leerlo jamás? ¿Mirarlo con ojos condescendientes, casi paternalistas? ¿O asumir abiertamente la impresión que un tebeo así provoca en una época como esta? El otro día leía por ahí  un comentario sobre Watchmen: "está bien, pero ya dejen de dar la lata con él, ahora hay cosas mejores..." ¡¿Mejores que Watchmen?!... 

Algo así debe sentir quien ha crecido bajo el hechizo y la fascinación del  El Eternauta y ahora le oye decir a "jovenes" como nosotros lo mismo: "está bien, pero hay cosas mejores..."

Por ejemplo, esto decían de él en ADLO:

Resumen del comic:
Pues están uno argentinos en buenos aires y de repente la gente se empieza a morir, y hay marcianos muy malos, y nadie se salva, y luego los buenos van dando vueltas de un lado para otro y mucha tontería, pero de viajes en el tiempo, na de na.

Critica
Bueno, esta es una obra blasfema donde las haya. O sea, que 300 páginas y pico dan para mucho hasta en las manos del más inútil, pero es que esto es patético. Mucho eternauta y mucho "he viajado por el tiempo" pero esto no es más que la enésima historia de los 50 con maricianos malvados y rayos laser por acá y por allá. Ah, la acción transcurre en Argentina (como si un marciano no supiera que todas las invasiones deben comenzar por NYC o en su defecto una ciudad del primer mundo. ¿Os imaginais unos invasores extraterrestres que llegaran a una choza en el amazonas y dijeran "queremos hablar con el jefe de este planeta"?.En fin, un truño, y por mucho que los argentinos pierdan la baba con él, el mejor uso que se le puede dar a este cómic es el de papel higiénico (aunque sale un poco caro).

Y estas, algunas  notas tomadas a vuelapluma mientras lo leía:

"...le tengo mucha estima a la prosa de Oesterheld,  sobre todo a la de La vida del Che pero... me sorprende lo mal escrito que está El Eternauta, al menos en el inicio... mala prosa, mala narrativa gráfica, mala combinación de ambos... se están luciendo de momento... historia apocalíptica más o menos interesante aunque tampoco muy original... como en Blake y Mortimer, mejor, mucho mejor si se lee  prescindiendo de los textos de apoyo... parece que poco a poco la imagen y el diálogo van ganando algo de peso... me impacienta tanto parloteo... mucho contar y poco mostrar... dibujo algo pobre, escaso, rígido... páginas 326-327 ejemplos claro de la desproporción entre texto e imagen...."

Tal vez característica propia de otra época,  la de considerar al tebeo más una lectura que una contemplación, que apenas ahora  empieza a corregirse. De hecho no es un caso aislado el de El Eternauta, abundan los ejemplo de historietas ahogadas por unos textos procelosos. El caso más evidente,  Edgar P. Jacob, magnífico dibujante y gran narrador gráfico que sin embargo aplastaba literalmente sus historias bajo toneladas de palabras. Otro caso sangrante, Hernández Palacios, un ilustrador maravilloso que sin embargo hacía depender en exceso sus historias de los textos.  Y no digamos el cómic de superhéroe americano, interminables explicaciones que no dicen más que lo que ya se ve en el dibujo... 

Mi impresión, resumiendo,  El Eternauta  es una buena historia de ciencia ficción, interesante aunque no muy original, bien desarrollada, con momentos más que notables... pero se lee muy mal. No hay equilibrio entre guionista y dibujante,  Oesterheld destroza a Solano López. No me extraña que lo intentara de nuevo con los dibujos de Breccia... En la nueva versión se nota una ruptura clara con el esquema de página de Solano López -tampoco es decir gran cosa: todo en Breccia es una ruptura constante con cualquier convención previa- y sobre todo se nota el deseo del propio Oesterheld de ser más directo en la narración, no enredarse tanto en explicaciones. Aún así ese siempre fue un defecto muy suyo. Incluso en La vida del Che, donde desarrolla su mejor prosa, hay momentos en que estorba el ritmo del relato más de la cuenta... 

Con todo, me admira la reverencia que suscita este cómic en Argentina, el respeto que le tienen, lo mucho que lo han leído, analizado, explicado, repensado... Ojalá existiera un fenómeno similar en España...

...palabras.

martes, 20 de diciembre de 2011

Pequeño Grant Morrison


Nunca entenderé la fama y el prestigio del que goza Grant Morrison. O tal vez algún día sí, que en verdad le he leído muy pocas cosas como para tener de él una opinión sólida. Pero es que lo poco que le he leído me parece horrible: vacio, pedante, relamido, ridículo, sin pies ni cabeza... 

En concreto le he soportado El misterio religioso, pinturas muy hermosas de Jon J. Muth, y pretensiones seudofilosóficas a porrillo por parte de Grant; Arkham Asylum, pinturas muy hermosas de Dave McKean, y pretensiones seudopsicológicas a porrillo por parte de Grant; All-Star Superman, patético homenaje al hombre de acero que más bien parece ideado con la intención de sacarle los colores al último hijo de Krypton -mirad, mirad que cosa más patética es, ha sido y será siempre Superman-; y por último W3, que bueno, me parece un poco más pasable, no porque deje de ser otra soberana tontería, pero hay que reconocer que tiene muy buen ritmo, aunque eso en gran medida se lo debemos al estupendo Frank Quitely. 

En fin, yo no debería hacer estas cosas, que a lo mejor después insisto en su obra y acabo cogiéndole el gusto, pero de momento, a día de hoy, en mi estado casi salvaje de ignorancia, Grant Morrison es...¡el horror!

lunes, 19 de diciembre de 2011

El cometa de Cartago VS F.52

Esta página de El cometa de Cartago no está nada mal...
No deja de sorprenderme que La guia básica del cómic, de Frattini y Palmer, recomiende la lectura de El cometa de Cartago, pero no la de F.52. Ambos de Lepennetier y Chaland. Y ambos una gozada para la vista. Es increíble la elegancia y la distinción que llegó a alcanzar el trazo de este chico que murió tan joven. Aunque para mí el color de Beaumenay y Joannet también hace muchísimo. 

Así que por ahí no hay manera de establecer comparaciones claras y distintas. Pero siendo igual de hermosos los dos álbumes, el guión de F.52 aventaja en mucho al de El cometa de Cartago. Es sugerente y evocador este último, esa especie de mundo clausurado que se cae a trozos bajo la amenaza del cometa que llega, mientras Freddy deambula de aquí para allá detrás de la morena. No lo niego. Pero me apasiona infinitamente más el conflicto interclases (clase turista VS clase negocios) de F.52. Me sobrecoge la angustia de esa madre a la que nadie parece tomar en serio,  la de la niña que se va dando cuenta de que aquello no es un juego, la opresión de la escasez de espacios en la aeronave, o la sorpresa del final Kubrickiano. Y sobre todo me fascina la ironía con la que se burlan Lepennetier y Chaland de las convenciones del género, cómo se olvidan muy conscientemente del espía comunista, al que dejan languidecer y morirse del tedio, ese mismo espía que quizá en otro álbum, o en otra serie, o con otro guionista, hubiera fagocitado sin piedad la historia completa de la niña. ¡Bien por ellos! 

Sólo por este detalle se merece ya F.52 un lugar destacado dentro de la serie de Freddy Lombard. Y no es por despotricar de El cometa de Cartago, pero sigo sin explicarme por qué uno sí y el otro no...

... pero ésta otra de F.52 tampoco tiene nada que envidiarle.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Tales of the Black Freighter: Marooned




Es curioso la cantidad de veces que se alega eso de que Marooned (Abandonado, Aislado o Encallado, según la edición) no aporta nada, o aporta bien poco, al conjunto de Watchmen. Y la verdad es que no es fácil explicarse que pinta allí. Tampoco es difícil encontrarle coartadas si se quiere, aunque no sean  de suficiente entidad: el relato del Navío Negro vendría a ser una especie de contrapunto general a su línea argumental básica; serviría para añadir ciertos matices a algunos momentos remarcados del tebeo; sería una especie de parábola de la compleja situación que vive el propio Veidt... Ésta última es la explicación a la que más frecuentemente se recurre, aunque a mi parecer no sería posible establecer un paralelismo claro entre las diversas situaciones por las que atraviesa el náufrago y las que acomete en su cruzada Ozymandias. Como recoge Rafa Marín en su W de Watchmen, seguramente el relato sea un compendio de referencias a todos los personajes principales del tebeo. Por ejemplo parece evidente que ese hombre navegando sobre la balsa de cadáveres hinchados es Veidt. Bien, vale, pero no me lo parece tanto si hablamos de aquel que alcanza enloquecido la playa, clamando no ya por la salvación del pueblo, al que cree perdido, sino  por tomarse cumplida venganza. Ese parece asemejarse más a Kovacs. O aquel que, después de devorar una gaviota confiensa mareado "haber tragado demasiados horrores", bien podría tratarse de Blake. Tambien podría ser El Comediante el tiburón que forcejea con el náufrago para terminar muriendo a manos de aquel, aunque quizá sea más lógico suponer que evoca al Rorschach que es capturado por la policía. Menos dudas ofrecen las alusiones al dios ausente que niega su ayuda a los habitantes de Davistown, referencia clara al Doctor Manhattan, por supuesto. Por su parte, el final, con el náufrago resignado a expiar sus pecados incorporandose a la tripulación infernal del Navío puede entenderse, o por lo menos a mí me lo parece, como anticipo de la callada complicidad a la que se somenterán los aventureros, excepción hecha del sacrificado Rorschach, con respecto a las fechorías de Veidt... En fin, que teorías e interpretaciones pilladas por los pelos haberlas haylas para dar y regalar, y que aunque resulten un poco peregrinas, tampoco vamos a negar que un algo de eso existe en el cómic. 

Sin embargo creo que la función principal del tebeo dentro del tebeo es otra. Por un lado, al igual que los anexos del final de cada capítulo, trata de aportar densidad y relieve al mundo de Watchmen, de hacerlo más tangible, de absorver e involucrar en él a sus lectores: no sólo se nos cuenta que el medio evolucionó de un modo diferente, sino que se nos invita a comprobarlo por nosotros mismo leyendo uno de esos relatos, además no uno cualquiera, sino uno de sus grandes clásicos. Pero sobre todo es la puerta de acceso al retorcido universo de Max Shea, el guionista que, no lo olvidemos, es también  guionista de la pesadilla con la que Veidt va a persuadir al mundo de la autenticidad de la amenaza alienígena. A veces se obvia el peso que tiene en la trama este misterioso Max Shea, escritor reputado de cómics capaz de agobiar a sus dibujantes, o por lo menos a Joe Orlando (¿el Jack Kirby de esta realidad alternativa?) con sus minuciosas descripciones y que riñe con las grandes editoriales para acabar abandonando los tebeos y centrándose en la escritura de novelas... En más de una relectura he llegado a convencerme de que en el fondo Max Shea es el Alan Moore de esta realidad divergente. Una realidad divergente que cuenta entre sus paradójicas características  la de hacer imposible la existencia de una obra como Watchmen. En un mundo como éste alguien  como Alan Moore jamás hubiera podido escribir una serie como Watchmen, ni ya puestos como Miracleman, ni seguramente como La cosa del pantano. Pero sí una como Tales of the Black Freighter. Tal vez sea ese su juego, el de enseñarnos de manera velada cómo sería su trabajo a ese otro lado del espejo... 

Porque curiosamente puede decirse que esta historia constituye en la práctica un capítulo oculto de Watchmen,  su número trece: si juntamos las páginas en las que se desarrolla la narración, en algunos casos con apenas un recuadro de texto en toda la página, y si le añadimos los anexos del capítulo cinco, los dedicados a glosar la historia de la serie, resulta que tenemos un episodio íntegro de treinta páginas, casi las mismas que los demás capítulos de la serie, todos ellos de treinta y dos. 

Además no deja de ser sorprendente esta otra forma de acercarse a Marooned; uno tiene la sensación de vestirse el pellejo de Bernie, el chaval de color, y de sufrir con él las constantes injerencias de la realidad. 

Toda una experiencia, vaya que sí:

Navio Negro

A la deriva, de Michel-Yves Schmitt


Bien, vale, lo confieso, cualquier cómic donde no haya superhéroes ni espías tiene ya ganada al menos la mitad de mi afecto. Si además es de tono intimista y contenido, tres cuartas partes del trabajo está hecho. Y si me gustan los personajes,... ¡bingo! 

Pero,... ¿y si no me gustan? ¿Y si el cómic se juega la baza, casi exclusiva, del encanto de su protagonista principal y no consigue convencerme? Arduo dilema entonces. Me agrada casi todo en A la deriva, pero me aburre este Luc.  O más que aburrirme, me deja indiferente, no me llega, me da igual si ama u odia, si le quieren o si no pueden ni verlo. Me parece ya muy gastado esa especie de cínico desencantado  y gruñón; deslenguado por no decir algo desquiciado, que sin embargo es el fondo un buen tipo, aunque no siempre, o casi nunca, lo parezca. A mí es que el modelo me recuerda demasiado, entre otros, al protagonista de Si la cosa funciona, de Woody Allen. Y más si tenemos en cuenta esa manía tan suya de dirigirse directamente al espectador, o al lector, muy al estilo de Bergman o de Fellini o de... Woody Allen. 

Quizá sea que el tebeo requiere de nuevas lecturas, de un período de adaptación para familiarizarse con el personaje, un tiempo para cogerle el tranquillo. Con todo, me quedo con la escena del hijo follándose a la nueva mujer del padre. Si señor, una escena como dios manda. Brindo por ella.

Por cierto, ¿será esto línea clara? Quiero creer que sí, aunque es evidente que temáticamente  se sitúa en las antípodas.

sábado, 17 de diciembre de 2011

A propósito de Lucille


A esto me refiero cuando digo que Debeurme traduce el mundo a un estilo gráfico concreto. ¿Dibujo torpe, desmañado, infantil? Mirad está página, y ya me contáis... qué perspectiva, qué profundidad de campo, qué auténtica delicia...

Pequeños eclipses, de Fane y Jim



 "Pasados de los 30 años , todo el mundo se protege: después de algunas penas de amores, las mujeres huyen del peligro y salen con idiotas mayores y tranquilizadores; los hombres ya no quieren amar, se tiran a lolitas o a putas; todos se cubren con un caparazón; no quieren volver a ser ridículos ni desgraciados. Echas de menos la edad en la que el amor no te hacía daño. A los 16 años salías con chicas y las abandonabas, o ellas te dejaban a ti sin mayor problema, en dos minutos estaba arreglado. ¿Por qué todo se vuelve tan importante más adelante? Por lógica, debería ser a la inversa: dramas en la adolescencia y ligereza en la treintena. Pero no es el caso. Cuanto mayores nos hacemos, más delicados nos volvemos."

F. Beigbeder -13,99 euros-


No sé si va en contra de alguna regla  no escrita en el vicio del tebeo, o de cualquier otra cosa; ya sé y me hago cargo de las limitaciones que sufrieron aquellos y de la imposibilidad de estos para ser lo que son sin sus honorables antecesores, pero sigo pensando que en el mundo del cómic es ahora, y no antes, cuando se están forjando los verdaderos clásicos. Lo veo en tebeos como éste, ¿cuántos clásicos llegan a la madurez de Pequeños eclipses? Yo diría que muy pocos. Por ejemplo, no me cabe duda de que el estilo gráfico de Chaland le da cien mil vueltas al dibujo de Pequeños eclipses, pero si lees, por decir alguno de sus álbumes, y no necesariamente el peor, Vacaciones en Budapest, te das cuenta de que antes algo faltaba que ahora sí está. Al menos para quienes como yo siempre valoraremos más el guión, la historia, los personajes, la hondura y la verosimilitud de las tramas que la brillantez gráfica en sí.

Pequeños eclipses... ¿El declive del imperio americano, de Denys Arcand, en tebeo? No sé, es una película que me gusta demasiado, aunque al tebeo le falta poco para rayar a esa altura. O si no queremos salirnos de tierras francesas, a la altura de un Rohmer o del Jean Eustache de La mama y la puta... Intensidad emocional, relaciones desprejuiciadas, conversaciones que bailan entre la frivolidad y la profundidad; entre la pedantería y la frescura, entre... ¡Joder, quién fuera francés!

El dibujo... qué curioso el dibujo, no me gustaba nada al principio. Un estilo muy típico de cierto tipo de  cómic galo, algo artificial, algo rígido.  Y sin embargo, según te acostumbras a él, cada vez parece más sólido, más expresivo, más oportuno.  Aunque claro, sigue sin tener la elegancia de Chaland...

viernes, 16 de diciembre de 2011

El secreto del Espadón, de Edgar P. Jacob


Pues sí, algo diferente sí que  aporta este Blake y Mortimer con respecto a  Tintín ; un poco más maduras sí que parecen sus tramas. Pero sólo un poco. Es una pena que con el planteameamiento tan espectacular que tiene El secreto del Espadón, una Tercera Guerra Mundial, un imperio militar triunfante, el resto del mundo luchando por su liberación... y Edgar P. Jacob que lo resuelve todo en clave de persecuciones y batallitas.  

Esta misma historia, con este mismo argumento,  con el mismo dibujo, con el mismo color, con el mismo número de páginas, pero con un enfoque un poco más serio, con una mirada que se centrase más en las implicaciones políticas, militares y humanas de la situación, sin necesidad de convertirlo por ello en un tratado sobre política internacional, pero sí que de alguna manera evitara cierto regusto a belicismo de cartón-piedra y hubiera sido un escándalo de tebeo,  una de las grandes cimas del medio. Pero se ve que la sombra de Tintín es demasiado alargada, y más en Jacob, que fue ayudante de Hergé... 

Una lástima, aunque con todo sigue siendo mi historia favorita de la serie.

La virgen del burdel, de Hubert y Kerascoët


¿Habrá llegado este tebeo a las manos de algún infante de padres despistados, de esos que lo mismo se piensan que todos los tebeos son siempre para niños? Desde luego que por dibujo y  colorido, que no por título, y menos por temática, bien podría confundir a quien lo mirase muy por encima... En todo caso, qué suerte la de esos hipotéticos niños... Ya nos hubiera gustado a muchos de pequeño...

Qué gozada de ambientación, cuánta sensualidad y cuánta depravación entre sus páginas. La trama policiaca y escabrosa está bien, pero es lo de menos, la chicha está en lo otro, en las damas de compañía, en las modalidades de perversión, en el gusto por la carne y el desenfreno, en el retrato de las tripas de la sociedad parisina de principios de siglo XX. 

El tebeo levanta acta de una realidad incontestable: que hay más verdad entre las paredes de cualquier burdel que en todas las aulas de todos los centros educativos. Lo decía Ciorán, o tal vez nunca lo dijo pero lo pensaba: lo que sé de la vida me lo han enseñado las prostitutas. Y las de La virgen del burdel son maestras de primera categoría, como para enamorarse de ellas. 

¿Es posible leer el tebeo y no sertirse fascinado por la fuerza y el nervio de  La señorita no se toca? Para mí no...

Lucille, de Ludovic Debeurme

¿Qué hubiera pensado Will Eisner de una obra como ésta? ¿No era justamente esto lo que él quería hacer cuando prácticamente eliminó el marco de las viñetas de sus novelas gráficas? No sé, sin menospreciar a los clásicos y a los maestros, tengo la impresión de que es ahora, sólo ahora, y de la mano de la novela gráfica cuando todo el aprendizaje acumulado durante más de un siglo de tebeos está empezando a cristalizar en un dominio más pleno y consciente de sus recursos. Me encanta la forma que tiene Debeurme de traducir la realidad a ese estilo gráfico tan mentirosamente sencillo, trazos apenas sin modulación, líneas muy llanas y muy claras que rara vez se quiebran, un dibujo que parece tan tan torpe y tan infantil y sin embargo...  

Y sin embargo, qué maravilla de personajes, cuánta verdad la de sus itinerarios vitales. Supongo que muchos dirán que el tebeo habla de la anorexía... ¿será posible que siempre haya que buscarse una coartada de este tipo?... pues no, no habla de eso, habla de gente que no encaja, les falte o no una pierna, y ya está; que se saben fuera de las grandes ligas, de los círculos donde se cuece lo que se cuece y están los que cuentan... Gente que sin embargo pelea por no perder su dignidad, por no dejarse engullir por la mirada miope y empobrecedora de los apóstoles de lo convencional. Igual habrá quien no entienda nada, que no vea nada en ellos, que se aburra hasta la saciedad con sus peripecias;  no importa, no es ese el drama. Ellos tienes tebeos de sobra. Lo importante es que también los tengan quienes si se identifican con Lucille y Vladimir.

Por cierto ¿para cuándo el siguiente volumen? Porque se supone que este era sólo el primero...

apuntesenlarena


No sé que sentido puede tener excursase ante los más que improbables lectores; justificar la existencia de este espacio a quienes si acaso me acompañaran en momentos aislado,  traídos hasta aquí por los azares y los caprichos del destino. De todas formas, si eres uno de esos lectores extraviados que por casualidad ha dado con sus huesos en este lugar, se bienvenido, acomódate si quieres, enreda cuanto desees y deja para la posteridad tu huella. O lárgate con viento fresco, a mí me es indiferente: yo seguiré aquí ocupado modestamente con lo mío, tomando efímeras notas de mis lecturas que acaso sólo a mí me digan algo...