viernes, 3 de febrero de 2012

Las Ciudades oscuras, de Benoît Peeters y François Schuiten

 
"... es hora de hacer un primer balance de este mundo de Ciudades oscuras.... Quizá sea una leyenda, pero de tal amplitud, de tal calidad de presencia, que se distingue de cualquier invención similar. No hay aquí nada maravilloso, no hay delirio, ni genios ni unicornios, ninguna de esas grotescas naves que revolotean de una estrella a otra, sino un mundo completo con sus arquitectos y sus leyes, su técnicas y sus escándalos, sus religiones y sus locuras. Un mundo que, si bien tiene más de un punto en común con el nuestro, parece haberse desarrollado de forma más sistemática y, si me atrevo a decirlo, más armoniosa."

El archivista (pieza nº 17)


Transita, faltaría más, a la vera del Tlön, Uqbar y Orbis Tertius, de Borges, o de Las ciudades invisibles, de Calvino,  incluso de algún que otro referente clásico de la literatura fantástica como el Kafka de El castillo o el Julio Verne de De la Tierra a la Luna o Viaje al centro de la Tierra, lo que no resta ni un ápice de originalidad al universo imaginario que aciertan a levantar Schuiten y Peeters, arrebatador en la belleza de sus diseños y formas,  en la riqueza arquitectónica de sus ciudades, o en sus imaginativas propuestas argumentales que van más allá de las propias ciudades: la desconcertante red de La fiebre de Urbicanda, la hermosura de la proyección a color en La sombra de un hombre, o esa inverosimil chica inclinada... 

También en el plano narrativo sorprende la variedad de registros de la serie, desde fotomontajes hasta álbumes a color o en blanco  y negro, a veces ambas cosas a la vez; estructuras convencionales donde se sigue el recorrido de un único personaje principal, como en Brüsel o en La Torre, o historias corales  de varias lineas argumentales que terminan confluyendo, como en La chica inclinada

Y después está El archivista, un álbum a otro nivel, de largo el que más he disfrutado leyendo y mirando. Desde luego quien por lo que fuere no pudiera leer más que uno, que no lo dude ni un instante: El archivista es su tebeo.

¿En el debe? Quiza ante la magestuosidad de los espacios el drama humano, excaso y no siempre bien elaborado, se diluye y suscita poco interés. Además las relaciones personales parecen forzadas y el sexo metido con calzador, en parte, supongo, por aquello de atrapar lectores y darle una apariencia más adulta. Me sobra también el homenaje a Borges en El archivista, tal vez excesivamente obvio, pero... ¿a quién puede importarle tales minucias cuando la red sigue expandiéndose  a velocidad de vértigo a través de Las Ciudades oscuras?

Una serie imprescindible.

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