sábado, 18 de febrero de 2012

Super Spy, de Matt Kindt


Llevo horas dándole vueltas a la cuestión de qué voy a comentar sobre este tebeo. Elementos no le faltan para ello; en mi modesta opinión estamos ante uno de los diez mejores tebeos de la década pasada. O de los cinco, si me dejo de falsas modestias. Por ejemplo podría elogiar el  planteamiento de Kindt, que recrea la II Guerra Mundial desde la optica, quizá no necesariamente novedosa pero sí menos frecuentada, de los servicios de inteligencia y su batalla por el control de la información. Batalla que, por lo que señala la Historia, no fue precisamente baladí para el resultado final de la contienda. 


O podría remarcar el perfecto equilibrio que alcanzan los relatos breves de los que se compone y la historia coral en la que se entrelazan y enriquecen. Los dosieres, que pueden ser leídos en el orden que propone Kindt o, siguiendo su numeración, hacerlo en riguroso orden cronológico, constituyen unidades narrativas con la suficiente fuerza como para funcionar por sí mismos, pero es sin duda en la integración con los demás donde encuentran su pleno significado. En este sentido una comparación se me viene a la cabeza: al igual que en el Monster de Urasawa, Super Spy está construido sobre la base de un puñado de relatos sobresalientes que de por sí ya serían suficientes para justificar su lectura; a diferencia de aquel, con más agujeros que un queso emental, Super Spy no naufraga en la elaboración de un entramado global que preste sustento a las historias. Por el contrario el argumento   es sólido, cohesionado y sin fisuras, aun cuando no siempre sea sencillo encajar todas las piezas del puzzle. Es más, por momentos el lector se siente parte de esta trama de engaños  y traiciones: desconfía de todos y  tiene siempre puesto un ojo avizor en las sombras.       


Sí, podría hablar de ello y de mucho más,  pero lo que de verdad me entusiasma es mostraros la maravillosa versatilidad de estilos y diseños gráficos de la que hace gala Kindt. Acuarelas, claroscuros, dibujos abocetados, panorámicas de varias páginas, ilustraciones infantiles, tiras de prensa... Super Spy es un monumento inconmensurable a las posibilidades narrativas y estéticas del cómic.

Lo diré una vez más: de lo mejor que se ha hecho en la última década.
















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