miércoles, 8 de febrero de 2012

The League of Extraordinary Gentleman Century: 1910 y 1969, de Alan Moore y Kevin O´Neill



Decía yo de los japos, pero anda que el Moore. 1910, ¿un tebeo músical?... ¡una ópera de papel!... No me extraña que los más nos quedemos a cuadros cuando John Macheath, alías Mackie el Navaja -no confundir con el Makinavaja de Ivá, o tal vez sí- ya en el patíbulo y con la soga al cuello rompe a cantar su balada... 

Es cierto que la serie parece más una enciclopedia de literatura fantástica, o de literatura a secas, que un tebeo, y que las copiosas referencias a obras y personajes, que obligan a consultar la wikipedia a cada dos por tres si no se quiere acabar  perdido, convierten su lectura en un ejercicio extenuante. Pero si se hace el esfuerzo Century resulta  bastante agradecida. En el caso de 1910  haremos bien no perdiendo nunca de vista las canciones, personajes y  acontecimientos de La ópera de tres peniques, de Brecht: de esa pieza  se sirve Moore para sostener y organizar la trama del tebeo. 

Más complicado resulta el caso de 1969. Siguiendo con la estrategia de sustituir la realidad historica  por su equivalente en la ficción, en 1969 la tarea de identificar esos cambios, aun en una época que por su mayor cercanía en el tiempo debería resultar más reconocible para el lector se torna, además de irresistible, completamente inabarcable. Son tantos y tan abundantes que uno puede terminar sintiéndose en la piel de ese Andrew Norton, El Prisionero de Londres,  cuya principal tarea es la de contemplar y reconocer los referentes literarios en los que se inspira el mundo de The League of...  

Es curioso el caso de El Prisionero de Londres. Personaje creado para la ocasión que puede moverse libremente a través del tiempo, pero está obligado a permanecer anclado  al espacio de la ciudad,   vendría a ser una especie de erudito de la literatura que, procedente de nuestra realidad,  sirve más para orientar y ofrecer pistas al lector que a los propios personajes de la Liga, al que rara vez le entienden algo.

De ambos volumenes me quedo, en 1910, con la forma sorprendente en que las canciones de Brecht se ajustan a las intenciones de Moore, en especial la balada  Jenny la de los piratas, sin duda la parte del tebeo que más me entusiasma. En cuanto a 1969, yo resaltaría la más que sugestiva versión de la época hippie que, como no puede ser de otra manera, da rienda suelta y hasta el agotamiento al lema de Sexo, Brujería y Rock and Roll.

Sin embargo un pero voy a atreverme a ponerle: la saturación de personajes y situaciones fantásticas de la que hace gala la serie  convierte al  mundo de The League of... en una especie de delirio surrealista de muy difícil digestión. Es cierto que Moore inventa poco y que todo  existe ya y puede ser encontrado en novelas y películas. Pero lo que hace de ellos personajes y situaciones extraordinarias  es justamente su condición de únicos y excluyentes dentro de sus respectivos mundos de ficción. Esta mezcolanza y reiteración hasta el hartazgo de lo maravilloso sólo puede servir para robarles a todos y cada de uno de ellos gran parte de su encanto. 

Con todo, Moore sigue siendo mucho Moore.

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