domingo, 18 de diciembre de 2011

Tales of the Black Freighter: Marooned




Es curioso la cantidad de veces que se alega eso de que Marooned (Abandonado, Aislado o Encallado, según la edición) no aporta nada, o aporta bien poco, al conjunto de Watchmen. Y la verdad es que no es fácil explicarse que pinta allí. Tampoco es difícil encontrarle coartadas si se quiere, aunque no sean  de suficiente entidad: el relato del Navío Negro vendría a ser una especie de contrapunto general a su línea argumental básica; serviría para añadir ciertos matices a algunos momentos remarcados del tebeo; sería una especie de parábola de la compleja situación que vive el propio Veidt... Ésta última es la explicación a la que más frecuentemente se recurre, aunque a mi parecer no sería posible establecer un paralelismo claro entre las diversas situaciones por las que atraviesa el náufrago y las que acomete en su cruzada Ozymandias. Como recoge Rafa Marín en su W de Watchmen, seguramente el relato sea un compendio de referencias a todos los personajes principales del tebeo. Por ejemplo parece evidente que ese hombre navegando sobre la balsa de cadáveres hinchados es Veidt. Bien, vale, pero no me lo parece tanto si hablamos de aquel que alcanza enloquecido la playa, clamando no ya por la salvación del pueblo, al que cree perdido, sino  por tomarse cumplida venganza. Ese parece asemejarse más a Kovacs. O aquel que, después de devorar una gaviota confiensa mareado "haber tragado demasiados horrores", bien podría tratarse de Blake. Tambien podría ser El Comediante el tiburón que forcejea con el náufrago para terminar muriendo a manos de aquel, aunque quizá sea más lógico suponer que evoca al Rorschach que es capturado por la policía. Menos dudas ofrecen las alusiones al dios ausente que niega su ayuda a los habitantes de Davistown, referencia clara al Doctor Manhattan, por supuesto. Por su parte, el final, con el náufrago resignado a expiar sus pecados incorporandose a la tripulación infernal del Navío puede entenderse, o por lo menos a mí me lo parece, como anticipo de la callada complicidad a la que se somenterán los aventureros, excepción hecha del sacrificado Rorschach, con respecto a las fechorías de Veidt... En fin, que teorías e interpretaciones pilladas por los pelos haberlas haylas para dar y regalar, y que aunque resulten un poco peregrinas, tampoco vamos a negar que un algo de eso existe en el cómic. 

Sin embargo creo que la función principal del tebeo dentro del tebeo es otra. Por un lado, al igual que los anexos del final de cada capítulo, trata de aportar densidad y relieve al mundo de Watchmen, de hacerlo más tangible, de absorver e involucrar en él a sus lectores: no sólo se nos cuenta que el medio evolucionó de un modo diferente, sino que se nos invita a comprobarlo por nosotros mismo leyendo uno de esos relatos, además no uno cualquiera, sino uno de sus grandes clásicos. Pero sobre todo es la puerta de acceso al retorcido universo de Max Shea, el guionista que, no lo olvidemos, es también  guionista de la pesadilla con la que Veidt va a persuadir al mundo de la autenticidad de la amenaza alienígena. A veces se obvia el peso que tiene en la trama este misterioso Max Shea, escritor reputado de cómics capaz de agobiar a sus dibujantes, o por lo menos a Joe Orlando (¿el Jack Kirby de esta realidad alternativa?) con sus minuciosas descripciones y que riñe con las grandes editoriales para acabar abandonando los tebeos y centrándose en la escritura de novelas... En más de una relectura he llegado a convencerme de que en el fondo Max Shea es el Alan Moore de esta realidad divergente. Una realidad divergente que cuenta entre sus paradójicas características  la de hacer imposible la existencia de una obra como Watchmen. En un mundo como éste alguien  como Alan Moore jamás hubiera podido escribir una serie como Watchmen, ni ya puestos como Miracleman, ni seguramente como La cosa del pantano. Pero sí una como Tales of the Black Freighter. Tal vez sea ese su juego, el de enseñarnos de manera velada cómo sería su trabajo a ese otro lado del espejo... 

Porque curiosamente puede decirse que esta historia constituye en la práctica un capítulo oculto de Watchmen,  su número trece: si juntamos las páginas en las que se desarrolla la narración, en algunos casos con apenas un recuadro de texto en toda la página, y si le añadimos los anexos del capítulo cinco, los dedicados a glosar la historia de la serie, resulta que tenemos un episodio íntegro de treinta páginas, casi las mismas que los demás capítulos de la serie, todos ellos de treinta y dos. 

Además no deja de ser sorprendente esta otra forma de acercarse a Marooned; uno tiene la sensación de vestirse el pellejo de Bernie, el chaval de color, y de sufrir con él las constantes injerencias de la realidad. 

Toda una experiencia, vaya que sí:

Navio Negro

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